martes, 27 de noviembre de 2012

Se armó el Belén



Las figuras del buey y la mula llegaron a los Nacimientos con San Francisco de Asís en el siglo XIII y, desde entonces, se mantienen en esta representación iconográfica navideña. ¿Seguirán en ella tras afirmar el Papa que los Evangelios no citan a ninguno de estos animales en el portal? Hoy les damos las claves... por algo somos un blog de agricultura, medio rural y ganadería



“¿Cómo que no hay buey ni mula en el Belén?”. Ésa fue mi primera reacción tras oír las primeras noticias sobre el contenido del último libro del Papa, ‘La infancia de Jesús’ (publicado en España por Editorial Planeta). Sí, podríamos definirla como de indignación, porque dejaban los elementos rurales del Nacimiento en ‘suspensión de pagos’. Sentí una indignación suavizada, eso sí, con un toque de escepticismo o, más bien, de ‘cansinismo’. De algún modo intuía que la noticia se había quedado con lo anecdótico sin profundizar en los conceptos que planteaba Benedicto XVI. Y así fue.

El Pontífice había hecho un análisis de las Sagradas Escrituras y, de acuerdo con el relato de los evangelistas, había llegado a la conclusión de que en el portal no hubo buey ni mula (él prefiere un asno). Joseph Ratzinger señala que en la Biblia “no se habla de animales” en el lugar donde nació Jesús, pero al tratarse de un pesebre, “el lugar donde comen los animales, la iconografía cristiana captó muy pronto este motivo” y “colmó esa laguna”. Vamos, que los ‘inventores’ del Belén pensaron “¿qué hay en un establo?”, “animales”, se respondieron. Y la imaginación hizo el resto. Porque podían ser cerdos, ocas o cabras, dando aliento y calor al pequeño Hijo de Dios, pero pensaron que mejor un buey y una mula. Perdón, un asno.

Normal que no faltasen los animales en los primeros belenes, teniendo en cuenta que en los orígenes del belenismo está un gran protector de la naturaleza: San Francisco de Asís, patrón de los animales y el ecologismo. La primera celebración navideña en la que se montó un belén para la conmemoración del nacimiento de Jesús fue en la Nochebuena de 1223, realizado por San Francisco de Asís, en una cueva próxima a la ermita de Greccio (Italia). Y, curiosamente, la escena no fue representada con figuras, ni con personas, pero sí con animales. Probablemente –esto es cosecha mía- de ahí proceda la tradición de incluir la mula y el buey.

Pero antes de la celebración en Greccio, existen antecedentes de la representación plástica del nacimiento de Jesús en los orígenes del cristianismo, en las catacumbas y lugares de culto cristiano. Los antropólogos e historiadores relacionan las figuras del Belén con las Venus prehistóricas, las tanagras griegas y el culto romano a los dioses del hogar también representado con pequeñas figuras con forma humana.

Por tanto, después de siglos de historia belenista, no creo que cambien las costumbres de los aficionados a este arte. "Con todo el respeto y cariño hacia el Papa Benedicto, los belenistas seguiremos haciendo los belenes con bueyes, mulas y pastorcillos”, explica el belenista Vicente Rodríguez, en una información publicada en el Diario de Cádiz. Nadie va a tirar figuritas a la basura ni los vendedores van a dejar de venderlas. Entre otras cosas, porque si nos tomásemos al pie de la letra las Escrituras, habría que cargarnos también al Rey Baltasar, como añade Rodríguez: “Hay muchas cosas que no vienen en los evangelios, pero sí han perdurado por una tradición, como la presencia de los tres Reyes Magos. (…) Tampoco eran tres ni eran reyes, sino sabios, y se fijó en tres su número para plasmar de forma simbólica los tres continentes entonces conocidos".

Ya ven. Si vamos restando, nos quedamos en nada. De hecho, tras la polémica suscitada, los obispos españoles ya han salido al paso y han animado a incluir al buey y la mula. Eso sí, pondremos el Nacimiento con más consciencia y conociendo más a fondo su origen y el porqué de cada figura. Instruirnos era lo que buscaba el Papa, pero lo que al final ha conseguido es una campaña de marketing para convertir el libro en superventas navideñas y, sin quererlo, reivindicar más si cabe al ganado del Belén. 

martes, 20 de noviembre de 2012

Terra agrícola necesita vuestro apoyo




¿Os acordáis que os comenté que quizá necesitase vuestro apoyo para el concurso #TerradeBloggers? Participé con el artículo La agricultura de conservación gana terreno y he resultado preseleccionada. Ahora ha llegado el momento, ahora es cuando necesito vuestro respaldo en forma de tweets.

¡¡HOY es el gran día!!... El miércoles 21 de noviembre, cuando serán bienvenidos cuantos más tweets mejor. Podéis escribir los vuestros incluyendo, eso sí, los hashtags #TerradeBloggers y #AC050 . Si no queréis romperos la cabeza, también podéis retuitear mis tweets y ya está...

Os recuerdo que mi dirección de Twitter es @mfrechi

Podéis ver el vídeo de presentación que he colgado en youtube y en el muro de El Espantapájaros Blog Rural en facebook 

Ya sabéis: #TerradeBloggers Si me quieres, tuitéame...

¡¡Gracias por vuestro apoyo!!

lunes, 19 de noviembre de 2012

Abejas en peligro de extinción


La población de estos insectos imprescindibles para la vida del planeta ha caído en las últimas décadas, entre otros motivos debido al cambio climático, el uso de fitosanitarios agrícolas, las señales de los teléfonos móviles y enfermedades como la varroasis

 

 
Seguro que se han hecho alguna vez esta pregunta: ¿Existiría el planeta Tierra sin la raza humana? Sin consultar fuente alguna, me aventuro a responder que “sí” y, además, a hacerlo con rotundidad. Incluso me atrevo a decir que sería un mundo mucho mejor. El hombre es un ser inteligente, capaz de hacer cosas bellas, de progresar. Pero de su mano también llegan la mayoría de los desequilibrios. Baste un solo ejemplo, la búsqueda de fuentes energéticas y su combustión, para explicar uno de los fenómenos más negativos que sufre el planeta: el calentamiento global y el cambio climático.

Y precisamente el cambio climático, y más concretamente la sequía y la desertización, son una de las circunstancias que explican la disminución de la población de abejas en todo el mundo. Este año la falta de lluvias ha provocado que en julio, a mitad de campaña, la producción de miel en España cayera un 70%. La sequía obliga a las abejas a trabajar más para conseguir alimento y ese esfuerzo acorta considerablemente su vida. Y sin ellas, sin ese ser tan pequeño pero tan bien organizado, no habría mundo. Es probable que lo hayan aprendido en la escuela o, como yo, en un documental. Si vimos el mismo, recordarán cómo un grupo de jardineros chinos intentaba imitar el trabajo de las abejas, prácticamente desaparecidas de la zona. Con unas plumas, se afanaban en polinizar los árboles frutales. ¡Difícil reproducir artificialmente la labor de estos insectos!

La sequía también afecta a la producción de miel.
Si el hombre es capaz de hacer cosas bellas y de progresar, las abejas hacen cosas perfectas. Observen las celdas de una colmena. Hacen cosas imprescindibles: mantienen el equilibrio del planeta con su poder polinizador, de flor en flor y como si no quiere la cosa... Así que cuando su población cae, lo sufrimos todos. De hecho es una de las causas, entre otras muchas, que explican que el oso pardo cantábrico y el urogallo estén en peligro de extinción. Las abejas desaparecen, no polinizan y eso provoca que retroceda el hábitat donde viven ambas especies. Por eso el Fapas (Fondo para la Protección de los Animales Salvajes)  puso en marcha un proyecto para incrementar la superficie arbolada y de sotobosque de arandanera y así aumentar el área de alimentación y refugio de ambas especies.

Es otro de los efectos de la falta de la polinización. Pero, ¿cuáles son las causas que explican el descenso de la población de abejas? Aparte del cambio climático, ya citado, otra es el uso de tratamientos fitosanitarios por parte de los agricultores. Probablemente vayan destinados a otras especies agresivas para los cultivos, pero  lamentablemente acaban llevándose por delante a las abejas. Entre las posibles alternativas, recogidas en un informe de la Consejería de Agricultura de Murcia, están realizar los tratamientos en horas de escasa actividad de las abejas y fuera de las épocas de floración. En caso de que no hubiera otro remedio porque las plagas o las enfermedades amenacen la cosecha, utilizar insecticidas inocuos para la especie. También evitar que se vean afectadas zonas cercanas, sobre todo si hay colmenas, y, por supuesto, decantarse por la agricultura ecológica, que prescinde de este tipo de tratamientos. A los apicultores también se les aconseja que informen a los agricultores cercanos y que tengan en cuenta el radio de acción de las abejas a la hora de instalar sus colmenas. 

La varroa.
Otra de las causas de su descenso es la varroasis, una epidemia que afecta a las abejas melíferas y que es provocada por un ácaro (varroa) que las parasita y absorbe su hemolinfa, su sangre. Esta plaga iniciada en Filipinas provoca la pérdida de colmenas y es una de las mayores amenazas para las explotaciones apícolas. A España llegó en los años 80 y, desde entonces, los esfuerzos se han centrado en el control del parásito, ya que su erradicación es muy difícil.

Por si fueran pocas las amenazas, hay investigaciones que apuntan a que los teléfonos móviles y las antenas de telefonía también son nocivos para las abejas. Las señales que producen estos dispositivos durante una conversación desorientan a los insectos hasta llevarlos a la muerte. En presencia de un teléfono, las abejas producen con el zumbido de sus alas hasta diez veces más ruido del que hacen en condiciones normales, lo que es interpretado por la colonia como una señal de alarma que urge a abandonar la colmena. La colonia se desorienta sin remedio, lo que acarrea trágicos resultados para sus miembros.      

Móviles, varroasis, cambio climático u otros motivos. Los apicultores salmantinos no tenían muy claro qué provocaba la mortandad de las abejas y la merma de su productividad. Este mismo año la asociación que los aglutina ha puesto en marcha una novedosa investigación para dar con las causas de un problema que se ha venido agravando desde 2004. Consiste en la implantación de microchips en el tórax de las abejas. Estos dispositivos informan sobre cuándo entra y cuándo sale cada una de ellas y, en caso de que no vuelva a la colmena, por qué ha muerto.

 Esperemos que haya más proyectos para conseguir el mantenimiento de las colmenas. Hacen falta más gestos. Por si sirve de algo, cuando vean una abeja y teman su picadura, ignórenla, retírense, no se interpongan en su camino, pero, por favor, no la maten (a no ser que no quede otro remedio). Piense que de ella depende nuestro futuro.

viernes, 9 de noviembre de 2012

La agricultura de conservación gana terreno


En los últimos años se ha duplicado la superficie mundial cultivada mediante siembra directa, una técnica que reduce faenas al sembrar y preparar el terreno en una sola pasada 

Un agricultor siembra trigo mediante sistemas de agricultura convencional. / M. F.

‘Terra’, término latino que dio lugar a la palabra ‘tierra’, tiene, al menos, tres usos y significados. El “material desmenuzable que compone el suelo natural”, sin él no existiría la agricultura ni tendría sentido este blog. También es “nación, país, región o territorio”, la tierra que define a las personas, a las sociedades. Y el “planeta que habitamos”, el quinto más grande del sistema solar y el único, hasta la fecha, en el que se ha comprobado la existencia de vida. Por supuesto, Terra también da hombre a la filial de Telefónica dedicada a contenidos de internet, que, precisamente, ha organizado un concurso, www.terradebloggers.es, en el que me dispongo a participar.

Para hacerlo, tengo que escribir un buen artículo que me dé opciones para ser uno de los 100 seleccionados de mi categoría (‘Actualidad’): ¡Menudo reto! No acaba ahí la cosa (y eso os implica a vosotros, fieles lectores): tenéis que apoyarme en mi campaña de promoción on line desde el 14 al 20 de noviembre, con tweets y retweets, que culminará el día 21 con un evento final en Twitter, en el que tendréis que ‘retuitear’ aún más. Ya os iré informando a través de correo electrónico, la página en Facebook de El Espantapájaros Blog Rural y mi perfil en Twitter (@mfrechi).

Pero empecemos por el artículo, primer paso de este desafío. Estuve pensando en las conexiones entre una compañía basada en la tecnología y un blog centrado en agricultura y medio rural. Aparentemente parecían pocas o nulas, pero luego me di cuenta de que la ‘tierra’ nos une y es el sustrato de ambas. La necesitamos y para ello tenemos que conservarla. Ya había dado el segundo paso, había encontrado un tema: la agricultura de conservación, toda una ‘filosofía’ agrícola que va ganando terreno y seguidores.

¿Qué es? 
De acuerdo con la definición de la FAO, “comprende una serie de técnicas que tienen como objetivo fundamental conservar, mejorar y hacer un uso más eficiente de los recursos naturales, mediante un manejo integrado del suelo, agua, agentes biológicos e insumos externos”.

¿Qué busca? 
La conservación del suelo, un recurso limitado y no renovable. Precisamente, la pérdida de suelo es uno de los problemas más graves de la agricultura. 

¿Qué hacemos para conservar el suelo?
Adoptar técnicas como la reducción y minimización de labores, que en la agricultura convencional suponen un gran coste económico y medioambiental al conllevar un mayor consumo de combustible y altos niveles de emisión de CO2 a la atmósfera. También, la rotación de cultivos, que inhibe la acción de agentes patógenos y aporta nutrientes y materia orgánica al suelo. En tercer lugar, el uso racional de fertilizantes químicos, favoreciendo en su lugar la utilización de restos vegetales de la cosecha anterior como medio natural para la protección y fertilización de los suelos.

¿Cómo la llevamos a la práctica?
Mediante sistemas de mínimo laboreo, no laboreo o siembra directa, que reducen las faenas agrícolas. Consiguientemente, requieren menos horas de trabajo y esfuerzo y, sobre todo, menos combustible, tan perjudicial para el medio ambiente y para el bolsillo del agricultor.

En concreto, la siembra directa consiste en sembrar sobre los restos del cultivo anterior la semilla sin ningún tipo de laboreo previo. De la misma pasada, y utilizando una máquina habilitada para tal fin, el agricultor abre el surco, coloca la semilla y asienta el suelo. Teniendo en cuenta sus beneficios económicos, al implicar menos consumo de combustible y reducción de maquinaria y de pases,  parece lógico que este sistema esté creciendo en aceptación. En sólo 10 años se duplicaron el número de hectáreas sembradas mediante esta técnica en el mundo: de 45 millones en 1999 a más de 100 millones en 2008.     

¿Qué ventajas tiene para el entorno?
Además del ahorro para el agricultor, en tiempo y dinero, la agricultura de conservación tiene ventajas para el medio ambiente.

  • Reduce la erosión del terreno: al mantenerse los restos de la cosecha anterior. Así también se reduce el efecto de la lluvia que llega al suelo y el poder erosivo de las aguas de escorrentía.
  • Disminuye la emisión de CO2 a la atmósfera: cuanto menos se labra, el suelo absorbe y almacena más carbono. En definitiva, sintetiza más materia orgánica, lo que aumenta la capacidad productiva de los suelos y, al mismo tiempo, disminuye el CO2 liberado a la atmósfera. También al reducirse las faenas agrícolas, baja el consumo de gasóleo y de emisiones.
  • Mejora la biodiversidad: los restos sobre el suelo proveen de un sustrato para la vida.
  • Ahorro de agua: y también de la calidad de las aguas superficiales, al usarse menos fertilizantes y pesticidas.
En definitiva, con todas estas ventajas y aparentemente sólo un inconveniente (hacerse con una maquinaria especial para la siembra directa), me pregunto por qué no hay más agricultores que se pasen a la agricultura de conservación. Esa misma pregunta se la hice un día no muy lejano a un agricultor, que no me supo darme una razón convincente de por qué sigue en la agricultura convencional. Desde entonces, sigo esperando una respuesta.